La espera ha terminado. El que quizás ha sido el disco de Rock Pesado más esperado en la historia musical, ha llegado a nuestros oídos y la experiencia final ha sido reconfortante. Esperamos 35 años por un nuevo disco de Black Sabbath con Ozzy Osbourne como cantante. Pero en realidad el último que Black Sabbath editó, fue Forbidden hace 18 años con Tony Martin y como Heaven & Hell, lanzaron The Devil You Know con Dio hace cuatro. Pero mientras esperábamos este nuevo disco de Black Sabbath, uno de los factores más preocupantes era lo predecible que podrían ser los riffs de Tony Iommi. Y es que para músicos de su edad debe ser difícil (que no imposible), reinventarse, para estar a la altura de las expectativas, pues un disco nuevo con Ozzy Osbourne como cantante, no es cosa de todos los días para Black Sabbath.
“End of the Beginning” y “God is Dead?” son las canciones que abren el disco y también son las más largas. Precisamente “God is Dead?” es la que escogieron para hacerla pública, mucho tiempo antes del lanzamiento oficial del disco (10 de junio, o sea, hoy). Y como suele suceder cuando emplean este recurso, la canción no es precisamente la mejor muestra del mismo. Las dos canciones son lentas al principio y Ozzy casi arrastra las palabras. Pero hacia la mitad de ellas, el bajo y la guitarra aceleran en sus riffs gemelos, desechando cualquier mal augurio. Y cuando ya nos tienen inmersos en alguno de ellos, nos hacen caer en cuenta de lo grandiosos que son éstos. Y sí, pueden ser predecibles hasta cierto punto porque ellos los inventaron y miles de bandas han hecho de ellos un estilo.“Loner” ya es más dinámica y nos rememora a “Sweet Leaf”, pero más revolucionada. Y Ozzy se avienta incluso la puntada de repetir el legendario grito de “Alright Now!”. “Live Forever” es otra de las rápidas, que cuando parece perderse en medio de una maraña de riffs, la aceleran y terminan entregándonos lo que seguramente será una de las favoritas en concierto. Y de nueva cuenta los solos de Iommi tienen la naturalidad que los caracteriza, por la contundencia con que los inserta sin forzar la redondez de las canciones.
Quien conozca el material antiguo de la banda y haya disfrutado de “Planet Caravan” y “Solitude”, entonces entenderá el extraordinario pasaje sonoro de “Zeitgeist”. Solo así entenderán que una guitarra acústica, psicodélicos sonidos y algunos tamborines no son elementos ajenos al universo Sabbath. En esta canción la comunión entre Butler y Iommi es mágica, a pesar de que los aleja de las descargas decibélicas que los han inmortalizado.
Inevitablemente con la introducción de “Age of Reason”, todos los escuchas llegamos al mismo lugar, y es a preguntarnos ¿dónde demonios está Bill Ward? El trabajo de Brad Wilk es tan correcto, que no suena a Rage Against The Machine, ni a Bill Ward. Pero lamentablemente nos percatamos que finalmente 13 subsiste sin la presencia de Ward, aunque seguramente sí le hubiera dado una redondez que ya jamás verificaremos. El riff de este tema se marca por el trabajo dual de Butler y Iommi, algo que caracterizó a la época de Sabbath con Dio, mientras que en la década de los setentas el duelo entre ellos fue más constante. Y este análisis nos permite concluir que Black Sabbath con Dio, ha cautivado más al público heavy metalero de recientes generaciones, mientras que el Black Sabbath de la era Ozzy, regocija más al público rockero y de extracción más clásica. La música de Black Sabbath a partir de su colaboración con Dio se volvió más sofisticada, porque hasta entonces lo pudieron hacer. La versatilidad de sus cantantes permitió a la banda moverse por lugares que demandaban mayor elasticidad vocal.
Y de acuerdo a lo mencionado, “Damaged Soul” es la que captura de inmediato a los seguidores más viejos de la banda. El viejo Blues sigue ahí y el solo de Iommi es asesino. Si alguien se preguntaba de dónde había salido el stoner rock, aquí todo es aclarado. Y ahora la pregunta es si habrá sido Ozzy quien tocó la armónica; quien quiera que lo haya hecho, lo hizo muy bien. Ese toque a lo “The Wizard” que le dan con ella, plancha bien el sello con el que Black Sabbath cautivó al mundo del rock hace 43 años. Sí, tener aquí a Bill Ward hubiera sido grandioso.
“Dear Father” es una colección de riffs, que más que en otras ocasiones busca enfatizar las emociones de sus letras. Esta canción es tan heavy metal, que nos permite preguntarnos por los motivos para que estos sexagenarios, se encuentren haciendo esto en este momento de sus vidas. Y la respuesta justifica al heavy metal per se: ¡Porque así tenía que ser!
El resultado final de 13, demuestra un estupendo trabajo de producción por parte de Rick Rubin. Y es que una empresa como lo fue el tan esperado nuevo disco de Black Sabbath, significaba todo un reto para cualquier valiente. Llevar a la banda por el camino correcto, en cuestión de decisiones, como también en cuestión técnica, no debió haber sido nada fácil. Esperemos que la voz de Ozzy suene en vivo, al menos la mitad de lo bien que sonó aquí.
13 es una prueba superada para Black Sabbath. Es el mejor trabajo que estos grandes músicos pudieron entregar y está a la altura de las expectativas (y quizá más allá). Hace 43 años Black Sabbath escribió una historia que ahora ya no iba a repetir. Pero en esta ocasión nos entregaron un capítulo más de este pesado libro, el cual está cada vez más cercano a terminar de escribirse. Al final de “Dear Father” nos dejan escuchar un reprise de aquellas macabras campanas, que entre truenos y una tormenta, cambiaron la vida de muchos de nosotros. Lo agradecemos como anécdota, pero lo desechamos como presagio.
Rogelio Matamoros
@DiabloDespierto
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